| ¿Cómo oír la voz de Dios? Estando en comunión con Él |

 


En el tiempo que llevo, junto a jóvenes y laicos, coordinando y asesorando grupos asociativos, voy reforzando la convicción de que proponer, desde cada servicio específico, experiencias sencillas (de diálogo, presencia, formación, celebración, recreación, etc), y a la vez bien pensadas, preparadas y animadas, además de ser un camino de formación para nosotros, son ejemplo concreto de animación educativo-pastoral para los coordinadores y animadores de las comunidades juveniles. Es éste nuestro principal aporte educativo a la comunidad.

No pocas veces constatamos en los animadores y aun en los adolescentes y niños de los diversos grupos, que existen desánimo y a la vez entusiasmo, grandes carencias familiares, deseo de pasar tiempo con otros pares, desorganización en el estudio, ansia de independencia, que la droga está “a su lado” esperando que se la reciba con la mano, que a veces la violencia verbal y física sale como fuerza espontánea entre ellos, que también hay ansia de expresión, de deporte, de mostrarse “hermosas” o “facheros”… lo vemos cada día en los patios. Y aquí se nos plantea el interrogante de si tan sólo basta que seamos “casa que acoge”, tal como es propio de nuestro carisma salesiano, o más bien existe una imperante necesidad de proponer algo más, a Alguien más. Hablarles de Alguien que sea capaz de conectarlos a ellos vitalmente con su interioridad y abrirlos a una esperanza que los haga ver a sí mismos con el valor que su propia vida posee y las grandes posibilidades de llegar a ser quien quieran ser en el futuro.

Nos preguntamos por qué algunas veces en nuestra comunidad juvenil se ha debilitado tanto la fuerza de la propuesta educativa-pastoral, centro de la acción del mismo Don Bosco para sus muchachos. Si contemplamos el ser-hacer de Don Bosco, no nos costará mucho descubrir que fue un hombre que oyó y obedeció. Escuchó a Dios y acertó en la respuesta que dio a las necesidades de los jóvenes de su tiempo. Hoy, si queremos ser fieles a nuestra identidad salesiana, no podríamos obrar de otra manera.

Actualmente, nos encontramos ante el desafío de discernir, proponer y animar actividades asociativas, y queremos responder a “estos gritos” de los niños y jóvenes, para lo cual es necesario escuchar también a Dios con el propósito de discernir “pastoralmente”.

Cuando cada uno de nosotros recibió la fe el día de nuestro Bautismo, el Espíritu Santo entró en nosotros. La Biblia dice que a partir de este momento somos el Templo de Dios, y eso quiere decir que el Creador del universo decidió vivir en este cuerpo insignificante de cada uno de nosotros. En 1Cor 3, 16 Pablo dice a la comunidad: “no se han dado cuenta de que todos ustedes son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios vive en ustedes”. Ese Espíritu Santo que está en nosotros nos da la seguridad de que somos queridos y amados por Dios y nos da la confianza de tener intimidad, cercanía con Él, ya que su Espíritu se une con nuestro espíritu para confirmar que somos sus hijos. Pero además de eso, por medio del Espíritu Santo que está en nosotros tenemos comunión con Dios el Padre, con Dios el Hijo y con el Espíritu Santo. Dice 2Cor 13, 13: “que la gracia del Señor Jesucristo”, el énfasis está en la gracia, “el amor de Dios”, el énfasis está en su amor, y luego dice “que la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes”. Y, precisamente, por medio de esa comunión que podemos tener con el Espíritu Santo nosotros somos guiados. En Jn 16, 13 dice Jesús a sus discípulos: “cuando venga el Espíritu de verdad él los guiará…”.

Entonces, la pregunta que se nos plantea personalmente y comunitariamente hoy es: ¿estás teniendo comunión con el Espíritu Santo? ¿Estamos en comunión con Dios? Porque si no tenés comunión con el Espíritu Santo no vas a oír su voz. Si no estamos en comunión con Dios, ¿cómo pretendemos discernir qué es lo mejor a ofrecer a nuestra comunidad juvenil como propuesta pastoral-educativa?

Estar en comunión con Dios significa tener paz en la conciencia, estar en amistad con Él, y es lo que llamamos “estar en gracia”. ¿Cómo puedo tener la certeza de estar en gracia de Dios? Para Don Bosco, como para nuestra tradición cristiana, se trata de abrir el corazón a dejarnos amar por Dios que es Misericordia, acercándonos con humildad al sacramento de la Reconciliación y participar de la mayor expresión de comunión con Él y los demás creyentes en nuestra Iglesia: la Eucaristía. ¿Está nuestro corazón abierto a Dios? Porque si no lo escuchamos en aquello que nos dice directamente a nosotros, ¿cómo escucharlo en aquello que nos dijera en beneficio de otros?

    Finalmente, nos debe animar saber que Dios nos llama, y que nuestra única responsabilidad es ser fieles a ese llamado y a lo que Él nos confía. Supo decir un Rector Mayor de los Salesianos de Don Bosco: “Dios hizo una alianza con los jóvenes, y para ello eligió a Don Bosco y a todos aquellos que hasta el día de hoy adherimos al Carisma Salesiano. Dios nos confió una misión, si nosotros no somos fieles a ella, Dios sí es fiel, y encontrará a otros que acerquen a los jóvenes a Dios”.

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