| Ni éxito ni fracaso. Fecundidad |

Existe la necesidad de que en cada equipo de animación de los grupos asociativos, se plantee constantemente el desafío de discernir qué es lo mejor a ofrecer a los jóvenes como propuesta pastoral-educativa, considerando las circunstancias vigentes y el proceso que viene realizando la misma comunidad juvenil. Se trata de un esfuerzo por ir despacio, pero con pasos firmes, abiertos al diálogo y tomando decisiones.

Si se asume esta tarea, la pregunta inicial es “¿qué pretendemos que quede de la experiencia juvenil que se está planificando?” Algunos dirán, “que los jóvenes perseveren en su participación en el grupo”, o “que se diga que la propuesta de este equipo superó a lo que se venía haciendo antes”, o “que se organizó muy bien, con tiempo, junto a la comunidad juvenil: ¡felicitaciones!”, u otros “que el grupo volvió a tener las características que tanto recordamos con nostalgia de tiempos pasados”… ¿Deseamos todo esto? ¡Dios quiera que lo deseemos, y Dios quiera que así sea! Sin embargo, no es el “éxito” lo que buscamos en primer lugar en nuestras propuestas pastorales, es decir, llenar los patios, ser reconocidos en el barrio, aparecer en las redes sociales, que nos agradezcan, ¡no! Bastaría acercarnos al evangelio para corroborar que el mismo Jesús en su misión no andaba en búsqueda de aprobación, y hasta afrontó el “fracaso”, y ni hablar si leemos algo acerca de la gran obra que emprendió nuestro amigo Don Bosco y las aventuras en las que anduvo.

No debemos estar pendientes de la “gratificación”, porque podría pasarnos que orientemos una propuesta superficial, para “conformar” expectativas -nuestras o de otros-, también superficiales.

Lo que sí debemos buscar, anhelar y esperar es la “fecundidad” que, contrariamente al éxito, significa sembrar y dejar que Dios y su tiempo hagan germinar en la vida de quienes participan de las actividades educativas-pastorales. Es decir, lo que nos toca a nosotros es ser fieles a lo que Dios nos pida. Y para escuchar la voz de Dios debemos estar en comunión con Él.

Este criterio debe orientar, no sólo nuestro discernimiento, sino también nuestras evaluaciones acerca de aquello que emprendemos. De este modo, como es propio de nuestro carisma salesiano, surgirá espontáneamente el optimismo y la alegría de sabernos custodiados por Dios, quien tiene el control de aquello que proponemos y animamos. Cuando tenemos en claro nuestro horizonte: sembrar testimonio del amor que Dios nos tiene, todo surge y se desarrolla con mayor fluidez, y se traduce en actitudes positivas en quienes forman la comunidad, favoreciendo un ambiente de familia donde cada uno se siente recibido, escuchado, valorado, reconocido. Nos damos cuenta de que Dios está con nosotros.

Animémonos unos a otros a buscar la amistad con Jesús y la comunión entre nosotros. Tal vez sea este el mayor testimonio y herramienta pastoral-educativa con la que contemos para ofrecer a los destinatarios de nuestras propuestas, siendo Él quien haga fecundo nuestro trabajo.

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